EL REGALO DE UN CUMPLEAÑOS
Yo estaba en un escaparate, con varios compañeros parecidos a mí. No estaba muy contento porque llevaba mucho tiempo en el escaparate y nadie me elegía. Yo veía a la gente pasar a diario y me observaban, se paraban a mirarme porque pensaban que algo en mí era especial, pero siempre acababan por llevarse a uno de mis compañeros. Yo creía que era porque no les gustaba mi color, porque, la verdad, no era de un color muy bonito. Y así iba pasando el tiempo y yo seguía allí triste, solo, viendo a la gente pasar. Estaba apartado porque no me llevaba bien con mis compañeros, ellos siempre se burlaban de mí porque -según decían- era muy feo y nada llamativo.
Un día, el dueño de la tienda decidió quitarme del escaparate y cambiarme de sitio tras ver que nadie me compraba. La verdad es que los dos ya estábamos cansados de tenerme tanto tiempo sin venderme. Parece que llegó el día afortunado ya que entraron en la tienda unos chicos buscando un regalo para un amigo. Estuvieron viendo varios complementos y no se decidían. Habían visto ya algunas cosas que les llamaban la atención, pero no les llenaban del todo.
Por fin un chico rubio pasó por delante de mí y se detuvo para examinarrme, pero pasó de largo y yo pensé que tampoco le gustaba; entonces se acercó un muchacho moreno y llamó al otro chico enseguida y le dijo que yo era muy bonito y que se lo tenían que comprar a su amigo. Al final estuvieron de acuerdo, le dijeron al dueño de la tienda que me compraban y le pidieron que me envolviera en papel de regalo; le pagaron y nos fuimos.
Por cierto, eran unos chicos muy altos y delgados, bastante jóvenes y, como ya he dicho, uno era rubio y el otro moreno. Yo iba loco de la alegría dentro de la caja y me dejaron en una mesa varios días; no sabía dónde estaba porque no podía ver nada, hasta que llegó la fecha del cumpleaños del amigo y nos fuimos en un coche. Pasamos mucho tiempo en aquel coche porque la fiesta era fuera de la ciudad y estaba lejos, era en una casa campo con piscina.
Llegamos a la fiesta y yo iba en el bolsillo de uno de los chicos. Se acercaron al amigo para entregarle el regalo; me sacaron para dárselo, con tan mala suerte que al chico que me estaba entregando le dieron un empujón sin querer y yo caí a la piscina. Yo no era sumergible por eso mi marcha se detuvo. Ellos me tiraron a la basura muy tristes, y me quedé allí hasta que un hombre me vio y me cogió porque le parecí bonito.Y él mismo me salvó la vida porque trabajaba en un taller de relojería y me pudo arreglar, y ahora por fin soy feliz porque me dio como presente a su hijo.
Y el chico me llevó y me sigue llevando con él: le parezco un reloj moderno, bonito y muy especial. Y así mi historia acabó felizmente.
Un día, el dueño de la tienda decidió quitarme del escaparate y cambiarme de sitio tras ver que nadie me compraba. La verdad es que los dos ya estábamos cansados de tenerme tanto tiempo sin venderme. Parece que llegó el día afortunado ya que entraron en la tienda unos chicos buscando un regalo para un amigo. Estuvieron viendo varios complementos y no se decidían. Habían visto ya algunas cosas que les llamaban la atención, pero no les llenaban del todo.
Por fin un chico rubio pasó por delante de mí y se detuvo para examinarrme, pero pasó de largo y yo pensé que tampoco le gustaba; entonces se acercó un muchacho moreno y llamó al otro chico enseguida y le dijo que yo era muy bonito y que se lo tenían que comprar a su amigo. Al final estuvieron de acuerdo, le dijeron al dueño de la tienda que me compraban y le pidieron que me envolviera en papel de regalo; le pagaron y nos fuimos.
Por cierto, eran unos chicos muy altos y delgados, bastante jóvenes y, como ya he dicho, uno era rubio y el otro moreno. Yo iba loco de la alegría dentro de la caja y me dejaron en una mesa varios días; no sabía dónde estaba porque no podía ver nada, hasta que llegó la fecha del cumpleaños del amigo y nos fuimos en un coche. Pasamos mucho tiempo en aquel coche porque la fiesta era fuera de la ciudad y estaba lejos, era en una casa campo con piscina.
Llegamos a la fiesta y yo iba en el bolsillo de uno de los chicos. Se acercaron al amigo para entregarle el regalo; me sacaron para dárselo, con tan mala suerte que al chico que me estaba entregando le dieron un empujón sin querer y yo caí a la piscina. Yo no era sumergible por eso mi marcha se detuvo. Ellos me tiraron a la basura muy tristes, y me quedé allí hasta que un hombre me vio y me cogió porque le parecí bonito.Y él mismo me salvó la vida porque trabajaba en un taller de relojería y me pudo arreglar, y ahora por fin soy feliz porque me dio como presente a su hijo.
Y el chico me llevó y me sigue llevando con él: le parezco un reloj moderno, bonito y muy especial. Y así mi historia acabó felizmente.
Gema Rodríguez.
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