LA LIBRETA DE ANÓ.
Néstor Ferri Pérez

Tras pasar años y años encerrado en un mar de
hojas oscuras y frías como la noche misma, el simple hecho de que me compraran
y dejaran que mis hojas viesen aquella luz celestial que producía algo a lo que
mi futuro dueño llamara sol, produjo un cambio tan drástico en mi monótona
vida, que perdí la consciencia.
Desperté en un lugar que pensé
dejar atrás, la oscuridad, y mi tristeza fue tal que lo único que se me ocurrió
fue dormir, y dejar que el tiempo pasara. De repente, sin embargo, me pareció ver una
ranura en una de mis hojas en la que, por un segundo, pasó la luz. Aquella
sensación tan maravillosa me provocó la pérdida de consciencia y, seguidamente,
todo se llenó de luz.
Poco a poco veía cómo una mano firme
y pequeña como la de un niño, cogía un lápiz con sus dedos finos y llenos de
heridas.
Cada día me escribía las trágicas
historias que le pasaban en el colegio. Los niños le pegaban y se metían con él
por diferentes razones. Era distinto a los demás, no le gustaba la música pop y
rock, a él le gustaban las baladas románticas. Otro día se metían con su
monstruosa estatura para ser un niño. Y así día tras día.
Yo siempre lloraba al ver lo
trágica que era la vida de ese niño.
Siempre me extrañaron las
historias que me escribía, pero no por lo trágicas que eran, sino porque
siempre acababan de la misma manera: "Firmado: Anó".
Nunca entendí lo que querían decir
esas tres letras con las que siempre finalizaba. Hasta que un día empezó
escribiendo de una manera diferente: "Mi gran día". En esa hoja escribió que Sissy, la
chica que le gustaba, se le había declarado y habían empezado a salir juntos.
Con tan solo ocho años, el tímido y amable niño cumplió su sueño, y toda
esa gente que se metía con él, ahora estaba muerta de envidia al ver lo bien
que le iba la vida. Ese día, la historia terminó de una manera diferente y entonces
lo comprendí todo: se avergonzaba de la vida que estaba teniendo, y ni siquiera
quería que un diario, como yo, supiera su identidad, por eso firmaba como
anónimo. Pero esta historia tuvo un final distinto: “Firmado: Alejandro Pérez”.
30/2/14
Pasé años y años, fundido otra vez
en la oscuridad. Sin embargo, en todo ese tiempo no me sentía aburrido como antaño,
sino que me pasaba días y días releyendo las historias que me escribió aquel
niño tan especial. De repente, un día, de improviso, sentí unas cosquillas en
una de mis hojas: alguien estaba escribiendo. Me puse nervioso, y cuando vi lo
que estaba escribiendo una mano firme y fuerte, me quedé paralizado: en la hoja
estaba escrito: “Gracias, tú fuiste el único que me escuchó". 30/2/45
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